El fin de semana fui con Welsh y Gilino al cine (hoy es Gilino, sí). Pretendíamos ver Sex and the City, ellos por segunda vez y yo por primera, pero terminamos encontrándonos con La última estación. Habrán ustedes notado que no comento mucho de cine. De hecho, si hablara de artes en general, este sería un blog dedicado a la crítica de cine, teatro y danza. Sin embargo, las cosas que nos mueven a escribir terminan llegando a nosotros a través de esos medios y héme aquí, revalorando el legado tolstoiano.
Mucho más allá de la dirección impecable, las inmejorables actuaciones y el muy sólido guión, la película captura con gran lucidez las muchas caras de lo que nos da por llamar amor. Y como en este espacio hablamos con frecuencia del mencionado concepto, van pues las palabras.
Primero que nada, la peli me puso a pensar en el tema de las compatibilidades. Las visiones de la vida de Tolstoi y su esposa Sofía eran no sólo divergentes si no irreconciliables.A pesar de eso, se amaban y vivieron juntos hasta el final. Entonces viene la pregunta: de verdad pueden dos personas opuestas en ideales y modos de vida estar unidas por amor? Al parecer la respuesta es sí. Aunque en alguno momento he pensado que sería muy complicado compartir vida con alguien de ideales opuestos a los míos, Sofía y Tolstoi demostraron que no sólo es posible, si no duradero.
La historia de Valentín es, por su parte, la que explica en la práctica la escencia de la filosofía de Tolstoi: el amor es libertad. Siendo Valentín un joven tímido y nervioso, entusiasmado por ser nombrado secretario de Tolstoi y deseoso de aprender de él, aprenderá, justamente, que la vida no se trata de interpretaciones rígidas, si no de pasiones flexibles. Se enamorará de Masha y la libertad de ella terminará por despertar la de él.
En el otro extremo está justamente Chertkov, el gran amigo de Tolstoi, que busca llevar la filosofía tolstoiana a sus últimas consecuencias. Chertkov está comprometido sólo con sus ideales. Ése es su amor y, al creer firmemente en ello, sólo puede ver lo que su interpretación al pie de la letra de la filososofía de Tolstoi le permite. ¿Cuántas personas no hacemos lo mismo? ¿Cuántos nos perdemos en esas ideas compradas, en esos ideales llevados al extremo?
La otra cara del amor que la película toca es la lealtad. Valentín se gana la confianza y la amistad tanto de Tolstoi como de Sofía y eso lo pone en medio de la tormenta de pasiones de sus últimos días juntos. Pero la lealtad es amor a las ideas y la lealtad de Valentín a ambos personajes le permitió mantenerse al lado de ambos personajes hasta el final, sin traicionar la confianza de ninguno. Ya no hay historias de ésas.
Por último, aunque no al final, la película habla de algo que a Tolstoi le quedaba claro: las religiones son sólo diferentes interpretaciones de la misma verdad y todas hablan de un camino para trascender: amar. Amar el cuerpo, amar la vida, amar al otro, amar a las ideas pero siendo libre de ellas, amar y dejarse amar. Tal vez la gran aportación de esta pelicula es, como dice uno de sus productores, que todos estamos representados en ella.