10.17.2008

Yo te miro, alboroto tus cabellos y perdido en tu mirada, te sonrio.

¿Y eso qué? Pues nada, es una frase de un poema mío, que escribí a los 22 años. El poema completo es seguramente una de las cosas más cursis que se hayan escrito en castellano, pero significaba mucho para mí y para quien fue dedicado. Hablaba de una coincidencia mágica, algo que realmente nos ocurrió (SI, BASADO EN UNA HISTORIA REAL) y que nos unía.

A la fecha no recuerdo el texto completo, ya que está en poder de aquél al que fue dedicado. Pero recuerdo ese fragmento y se me hace muy tierno. ¿O no has experimentado la completitud que te da perderte en los ojos de alguien, alborotarle el cabello y sonreirle? ¿Se necesita más? Pregunto...

10.15.2008

Sobre este maldito vicio

Escribe. Escribe, que escribir calma el espíritu y aleja el dolor. Escribir aclara la mente y deja lo turbio en el papel. Escribe. Escríbete a ti. Cuéntate que te alegra, que te aterroriza y que te duele. Escríbete cartas de amor. Escríbete pendejadas, seguro te alejarán de las palabras que rebotan y rebotan en tu cabeza y te acercarán a la palabra que eres tú. Escribe hasta el cansancio, hasta que te duelan las manos y el ser. Escribe sin pensar si serás leído. Un día, al final, entre todas las palabras, descubrirás el nombre que te ha sido dado. Y podrás entonces, seguramente, leerte.

8.08.2008

Cazador de molinos de viento

"Sigo creyendo en las mismas cosas que creía a los doce años" dice un personaje de una película maravillosa llamada Shortbus. Ése es uno de los motivos por los que la película me fascinó, sin duda. Quien eso dice es un joven homosexual treintañero que ha sido, entre otras cosas, prostituto. Pos supuesto que el contrapunto es importante, pero para mi va más allá de la inocencia que mantiene el personaje, habla de conservar los ideales. Esos ideales juveniles que se pierden con una facilidad pasmosa en estos tiempos. Puede que suene a abuelo regañón, pero quienes me conocen saben que soy justamente lo contrario. Lo que no dejo de ser es un idealista.

Uno de mis compañeros de oficina se refiere a mi con frecuencia como "Cazador de molinos de viento", "Romántico empedernido", "Constructor de castillos en el aire" y cosas por el estilo. Me divierte mucho. En parte, porque implica que en mi proceder diario no oculto eso que para gente de mi edad parece romanticismo indefendible, pero también porque es un recordatorio de que no he dejado atrás la escencia que me definía a los dieciseis. Soy activista de clóset o algo parecido, supongo.

Regularmente llega un momento en nuestras vidas en el que nos topamos de frente con un monstruo de mil cabezas al que podemos llamar El Sistema, Sociedad, Cultura corporativa, corrupción, responsabilidad o sepasuputamadre. Este monstruo se encarga de refregarnos en la cara (si nos dejamos) que las cosas ya funcionan de tal o cual manera y que no tiene, ha tenido ni tendrá sentido intentar cambiarlas. Los más se creen el cuento (y ahora si me excluyo como los machos) y mandan sus ideales de justicia, igualdad, paz o el que mejor les ajustaba al cajón más oscuro, los escupen, los dejan olvidados en una ventanilla de alguna oficina de gobierno o, en el mejor de los casos, los guardan cerca de su corazón, donde nadie pueda verlos.

Pero aunque muchos dejen los ideales colgados junto con el uniforme de la prepa, sigo siendo un convencido de que se puede cambiar al mundo por la buena, si. Cuesta, duele, pero se puede. La diferencia está en la acción. Me he topado decenas, cientos de veces con cosas que implican hacer algo en contra de lo que creo. La mayoría de esas veces he salido bien librado y al igual que yo, varias personas que conozco. Ya sea una infracción de tránsito, una amable solicitud dinero para acelerar un trámite o la insistencia de tu jefe para que adaptes tu manera de pensar a la manera corporativa, si tienes el valor de defender tu punto, lo menos que lograrás es el respeto del mismo y muy probablemente el reconocimiento de la gente en tu entorno. (Por favor si soné como Carlos Cuauhtémoc Sánchez, envíenme mentadas). Pero ése es el punto: defender los ideales como si en ello te fuera la vida (y en más de un sentido es así). Conozco cientos de casos de los que defienden sus ideales. Pueden ser favorables o desfavorables para su entorno, pero el punto es el mismo: son valientes a la hora de defenderlos, de creer en ellos mismos. Gandhi y Hitler defendieron aquéllo en lo que creían contra viento y marea. Los resultados los conocemos todos (y si no los conoces salte en chinga del blog y entra a Wikipedia, la fuente de toda sabiduría).

Así es, el punto es al final la acción. De nada sirve ideal sin acción. Ya sea para compartirlo, defenderlo o inculcarlo, sin acción no crece, no vive, no perdura. Como civilización somos el resultado del esfuerzo de muchos que dieron hasta la vida por sus ideales (igual y estaban muy pirados, pero ACTUARON). Si eres cristiano, tienes un ejemplo. Si eres budista, también. ¿No suena interesante recuperar aquéllo que creías que no aplica en el mundo en el que vives, darle una limpiadita y ponerlo a funcionar? ¿No siguen sonando maravillosamente bien cosas como bondad, igualdad, confianza o cualquiera que tenías tatuada en la piel interna cuando eras más chavo? ¿Y si hacemos el experimento y las defendemos a capa y espada a partir de hoy?

Si crees que no vale la pena, me gustaría saberlo. Si crees que si, también. Total, a fin de cuentas yo sigo creyendo en las mismas cosas que creía a los doce.

6.20.2008

Mucho más

Mucho más es, básicamente, bastante más que "más".

Dije "próximamente", qué hacen checando un post tan viejo?

3.12.2008

Todos somos vírgenes

No ha existido un clamor popular porque se desvele el motivo del nombre de este blog. Sin embargo, hay suficientes cuestionamientos al respecto y he aquí la respuesta.

Todos hemos pretendido alguna vez ser lo que no somos. Todos, hasta los seres más puros, han tenido que aparentar, fingir, crear una historia sobre si mismos. Puede que sea una elección o sea circunstancial, pero es y será así porque requerimos adaptarnos, encajar, conseguir algo. Pero hay algunos círculos, algunas maneras de proceder que van más allá. A esos círculos pertenecen las vírgenes imaginarias. Puede que existan más vírgenes imaginarias en algunos medios que en otros, pero al final están presentes en todos los círculos sociales que conozco. Hay vírgenes imaginarias tanto en las sociedades conservadoras como en los ámbitos más progresistas.


Para ser una virgen imaginaria se requiere contar con algo de pudor, mala memoria y la intención de que los demás nos perciban como un modelo de virtud o por lo menos, que no nos perciban como un modelo de vicio. Podemos fingir sorpresa o repulsión cuando alguien nos muestra fotos de prácticas sexuales poco comunes y decir sin pensarlo mucho frases como “¿Cómo hacen eso?” o “¡Qué asco!” cuando a) Nosotros lo hacemos mejor y con más entusiasmo que el individuo de la foto o b) No lo hemos hecho nunca, pero está en nuestros planes intentarlo.

El componente de la mala memoria es poderoso también. Hace unos meses, en una reunión, un tipo hablaba de sus aventuras de cama y un amigo mío supuestamente escandalizado le decía al susodicho que le parecía increíble que hubiera estado con tantos hombres. Después de unos minutos de estadísticas compartidas, llegamos a la conclusión de que el amigo escandalizado se había acostado con el doble de personas. Evidentemente no lo aceptó del todo, pero evitó emitir comentarios al respecto el resto de la reunión.

Está también el efecto Pureza. Éste tiene múltiples variaciones como Pureza Estadística, Pureza Comparativa y la muy socorrida Pureza de la Mañana Siguiente. Un diálogo relativamente común ilustra la Pureza Estadística:
- Creo que ya me quedé a vestir santos.
- ¿Tú? ¿De verdad no has tenido nada que ver con nadie?
- Noooooo, hace mucho que no.
- Mmm, recuerdo que me dijiste que te acostaste con un tipo hace dos semanas.
- Aaah, si! Pero ése no cuenta, fue un rapidín y fuera de eso no he tenido nada EN DOS MESES.

Pasando a la Pureza Comparativa, un excelente ejemplo es el siguiente comentario: “Bueno yo si he tenido que ver como con más de 15 personas en el último año. Pero estamos hablando de Perejildo y él se ha revolcado como con 100!”.

Finalmente, y tomando en cuenta el requisito de la mala memoria, nos queda la Pureza de la Mañana Siguiente. Una amiga mía era un claro ejemplo de ésta variedad (espero que no siga siéndolo) cuando era soltera. La mujer llegaba al antro, se tomaba unas cervezas y a la media hora ya estaba besándose con alguien. El individuo en cuestión era reemplazado una hora después por otro con mayores atractivos (a los ojos alcoholizados de mi amiga) y ése probablemente sería reemplazado por uno más. Al final, decidía irse sola a casa y a la mañana siguiente no recordaba nada, con excepción de que se había tomado unas copas y se había comportado “a la altura”. Bueno, pues depende de a que altura se refería. Eso si no podía faltar su crítica hacia el comportamiento lascivo de los miembros del grupo. En mi rancho les dicen calientahuevos, pero en este blog preferimos decirle Síndrome de Pureza de la Mañana Siguiente.

Por todo lo anterior, dedico este blog a todas las vírgenes imaginarias, jóvenes o viejas, asumidas o negadas, orgullosas de si o arrepentidas, liberales o conservadoras. No importa su opinión, filiación o historia. A fin de cuentas, tenemos algo en común.

2.26.2008

San Salvador

Bien. El viaje, como cualquier viaje que se respete, está tomando visos interesantes. Confiando en mi suerte, como es común en mi, decidí no hacer reservaciones de hotel para esta visita a Centroamérica. Lo anterior fue producto de la recomendación de mi agente de viajes cuando lo enteré de que no me habían entregado mi renovado pasaporte aún pero que, confiando en mi suerte, lo tendría el mismo día que iniciaba mi volar. Mi suerte no me defraudó y pude iniciar el viaje sin contratiempos, con pasaporte y por supuesto, sin reservaciones.
Es de noche cuando llego a San Salvador. Con tranquilidad pregunto por un hotel dentro de mi presupuesto. De acuerdo con los comentarios del coordinador del sitio de taxis, el Camino Real se ajusta al mencionado presupuesto y además está en la zona en la que tengo mis citas de mañana, así que le pido al taxista que me lleve ahí.
La carretera a San Salvador me recuerda mucho a las de Veracruz. Supongo que de día seguirá pareciéndose. El clima es similar, las luces de los pequeños poblados son similares, incluso huelen similar. El taxista interrumpe mis cavilaciones análogas para preguntarme si tengo reservación. Le contesto que no y entonces me da la primera noticia interesante de la noche: hay una convención de embajadores de Estados Unidos (?) en San Salvador y todos los hoteles están ocupados (al menos hasta donde él sabe, menciona). Me ofrece buscar opciones entre sus compañeros taxistas, cosa que agradezco y hace con rapidez y habilidad. Sin embargo, una a una las opciones van desapareciendo. No hay habitaciones en Caminos Reales, Holiday Innes, Sheratons ni Beverly Hilles.
Conforme nos adentramos a la ciudad me doy cuenta de que ya no se parece tanto a ciudades de Veracruz. Su aspecto se va asemejando más a una mezcla de poblado californiano con ciudad del sur o sureste mexicano, pero no del todo. En otras palabras, tiene personalidad propia, lo cual se agradece. Regresándome nuevamente al mundo real, el taxista me dice que no me prepocupe, que él se encarga de dejarme en un lugar seguro.
Unas pocas cuadras adelante, aparece el lugar seguro: el Hotel Villa Florecia. Por fuera se ve como una casa enorme que acondicionaron como hotel (¿Estoy asumiendo o eso es evidente para cualquiera?). Preguntamos por su disponibilidad y recibimos una primera buena noticia: tienen DOS habitaciones disponibles. Nos da la tarifa y eso se convierte en la segunda buena noticia. Pregunto por algo importante para mi y recibo la tercera buena noticia: tienen internet INALÁMBRICO (o cómo creen que escribo este blog?). Agradezco con todo el corazón, el estómago y demás órganos involucrados en los actos de agradecimiento espontáneo a mi amigo taxista y comienzo los trámites. Mi nuevo amigo William es el recepcionista/bellboy/concierge del Villa Florencia. Joven y agradable, me hace sentir como en casa desde el primer momento. Me da a escoger entre las dos habitaciones que son en realidad pequeños cuartos de dos y medio por tres y medio metros (baño incluido) y elijo aquél en el que me puedo quedar las dos noches seguidas sin necesidad de mudarme.
William se dispone a realizar el cargo a mi tarjeta y entonces aparece la segunda broma de la noche: el sistema rechaza mi tarjeta. ¿El sistema? Cuando hablo de desarrollo organizacional y me refiero a ir contra el sistema no pienso exactamente en esto. Bien, pues ahora el sistema está contra mi. Sin preocuparme demasiado, pregunto por el cajero automático más cercano. William me da las indicaciones y me dirijo hacia allá. Me ahorraré algunos detalles: mi tarjeta TAMPOCO funciona en el estúpido cajero. Y es estúpido porque lo digo yo y se acabó! Molesto hasta mis ovalados... ojos de caricatura japónesa, llamo al maldito banco que a todos nos ha metido en problemas. Si, adivinaron: el de las cuatro letras rojas que hoy no se merece ni publicidad buena ni mala en este espacio. Para variar, nadie contesta en servicio al cliente (afortunadamente mi celular SI se conecta a la red de aquí).
Nuevamente adelantaré la cinta, los detalles administrativos no son divertidos. Basta decir que el problema se resuelve con una última llamada a México. Ahora si los mencionaré, HSBC, se lo deben a Jonathan Nosequé.
Ahora, más relajado, pregunto por algo típico para comer. William me recomienda unas pupusas que puedo disfrutar con sólo atravesar la calle.
El restaurante se encuentra en un segundo piso, a unos tres metros sobre el nivel de la calle. La especialidad parecen ser los mariscos, pero yo voy por pupusas. En lo que espero la primera, escucho en voz de un grupo de muchachos al español en una de sus múltiples encarnaciones. Con que esto es El Salvador. Escucho. Estoy.
Las pupusas son las mejores que he probado en mi vida. De hecho, hasta el momento son las únicas, pero quiero creer que serán de las mejores. Para terminar pido un agua de horchata que de verdad sabe a gloria. El chico que amablemente me ha atendido me pregunta si el hotel es caro y le contesto que no, que es más de lo que esperaba. Dejo una propina generosa y a cambio recibo una enorme y hermosa sonrisa. Regreso al hotel, agradezco a William y me voy a mi cuarto. Me dispongo a dormir, no sin antes agradecer porque no hubo habitaciones en el Camino Real, pero sobre todo, porque las hubo en el Villa Florencia. A fin de cuentas, puedo seguir confiando en mi suerte.

Costa Rica, de nuevo

Curioso comenzar a llenar este espacio vacío (hasta ahora) de palabras en un lugar que significa para mi la antesala de cambios. Nunca han ocurrido cambios en mi vida mientras visito Costa Rica, pero han ocurrido poco después. En esta ocasión no vislumbro ninguno, pero eso no significa que no vendrá alguno. Para no fallar, me encargaré de realizar un cambio por mi mismo: comenzar a escribir en mi blog.

¿Por qué escribimos blogs? ¿Es la versión exhibicionista de un diario? ¿Lo hacemos para sabernos leídos y por lo tanto sentirnos menos solos en el espacio virtual en el que pasamos muchas horas de nuestros días? Podría seguir elucubrando al respecto, pero cada día me da por preguntarme menos cosas. En mi caso, el escribir un blog creo que significará una salida a mi exhibicionismo (aunque sólo se trate del verbal) y será también una solicitud atendida. Así que, para los que lo pidieron, aquí lo tienen y para los que no lo pidieron y andan aquí de curiosos o metiches, también aquí lo tienen.

Tengo que dejar ya el hotel. Hace un día maravilloso afuera (nada raro, es Costa Rica) y algo me dice que el cambio esta vez comenzó DURANTE el viaje.

Nos leemos pronto. Todos los besos,