Llegan cuando menos lo esperas. Pero es claro que es entonces cuando más los necesitas. Se presentan sin grandes aspavientos, cálidos, sencillos. Aún no sé si saben que lo importante no son ellos, si no el mensaje. Cosa rara siendo como es que me creo el cuento de ser uno de los que toman este trabajo como de fijo. Es probable que mi infinita falta de humildad me impida ver con claridad cuando mis palabras son el mensaje de siempre, el de contrato y cuando se trata de algo especial, único, con dedicatoria. El caso es que he sido el receptor de sus mensajes en más de una ocasión. Hoy fué uno de esos días.
Ella pasó al lado del stand de mi empresa en la expo en la que estamos participando. No mostró particular interés, pero como buen señor de las vendimias, me acerqué y le dí un folleto. Después de explicarle brevemente las bondades y maravillas de nuestro súpercompletoalamedidadesarrollopropio, mismo que escuchó con atención, le pedí una tarjeta para enviarle más información (entiéndase hacer todo para venderle). Mientras me anotaba su dirección de correo electrónico en su tarjeta, le pregunté a qué se dedicaba. Contestó que a bienes raíces y dijo "Pero uno nunca sabe, como dicen, donde puede saltar la liebre" y comenzó a contarme una historia sobre su trabajo mientras yo pensaba "Dios ¿Por qué tengo esta suerte para que me cuenten sus penas?". Y entonces ocurrió. Su tono de voz cambio de una manera muy sutil, su mirada chispeante se clavó en la mía mientras sonreía y dijo "Porque para los que trabajamos con ganas siempre hay una recompensa. Tiempos muy buenos están por venir." Entendí entonces el porqué de ese encuentro. O tal vez eso quiero creer. Pero ocurrió justo días después de que le preguntaba a la vida si voy por el camino correcto, justo después de la entrada de ayer, por ejemplo.
No es la primera vez. Hace más de cinco años, cuando el negocio que tenía con mi expareja pasaba por su etapa más difícil, cuando teníamos problemas familiares y más de un supuesto amigo nos había dado la espalda, recibí la visita de tres mujeres en nuestro local de un centro comercial. "Somos amigos" fué el inicio del mensaje, seguido de "Este es un lugar de luz", un "Nada te hará falta", una compra y la afirmación de que ese día venderíamos mucho. Sobra decir que todo se cumplió, amén de que las tres mujeres salieron del centro comercial por una puerta que todavía no había sido abierta.
¿Somos todos, en algún momento y sin saberlo, portadores de un mensaje? ¿La vida se dice (o se recuerda) a sí misma lo que necesita saber? Me gusta creer que somos sólo un canal para que información valiosa llegue a quien tiene que llegar, cuando tiene que llegar. Me gusta creer. El mensaje ha sido recibido y en consecuencia uno nuevo ha sido entregado. Sea.
2 comentarios:
asi es y no hay casualidades
De hecho, Toñito. Sólo se trata de tener ojos y oidos bien abiertos para entender el juego.
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