Desde el momento en el que se vislumbraban las primeras oportunidades para que se abriera el debate sobre la legalización de las uniones entre personas del mismo género en el Distrito Federal, quedaba claro que, más allá del avance social que pudiera representar, esto sería un capital político para la izquierda y un enfrentamiento de la iglesia y la derecha con sus propios demonios. Pues que ocurre, hijas!
Después, el tema llega a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Escrito así, con mayúsculas, hasta se ve bonito, hasta impone, hasta parece verdad. Vaya, que hasta la propia justicia debe estar desacostumbrada a ver su nombre con mayúscula al principio, dada la minúscula importancia que en este y otros países le damos. Pero no nos desviemos del recto camino que, dicen, es el de la virtud. Decíamos, que llega el tema a la Suprema blablablá y que los magistrados, tan doctos ellos, tan propios ellos, tan justos e iluminados ellos, deciden con su gran sabiduría que sí, que todos semos iguales y que jotitos y traileras pueden contraer lo que viene siendo el matrimonio, pues. Pero ay, Jesucristo aplaca tu ira! No sólo eso, si no que consideran la posibilidad de la adopción.¡Zas, culeras! ¡Culeras, apostólicas, romanas y arzobispales! Pues vaya, que lo que bien sabido es (pero también bien callado) es que todos guardamos sospechas sobre las decisiones de estos señores. Pero que uno de nuestros sacrosantos, santificados y purísimos representantes eclesiásticos se le ocurre decir que esto es obra del mal, encarnado en la persona del carnal Marcelo. Y que le hace segunda otro monito vestido con hilos dorados. ¿Pos cómo se les ocurre, manas obispos? Vaya que ni cuando se están cogiendo chavitos atrás del altar se les ocurre semejante pendejada, hijas. Pues no, pero es que les ganó el coraje y dejaron salir los años de frustración. No, manas cardenales, ecuánimes y con las rodillitas juntas, recuérdenlo. Recuerden aquello de que "después de cinco minutos es ardor". Pos ardor purpúreo, vaticanístico y guadalupano es lo que les va a dar, porque acaban de darle las armas al enemigo.
Ahora, claro, Marcelo tomará la causa de los gaicitos y lesbianitas indefensos cual moderno estandarte de la Virgen de Guadalupe y aprovechando los festejos del Bicentenario lo hará ondear en el aire enrarecido de la atmósfera electoral de este país, lo que le ganará adeptos entre los progresistas y seguramente un maravilloso...2% de votos para su partido. ¿Dos por ciento? ¿Nomás? Sí reinas y a lo mejor me vi espléndido. En un país en el que el electorado no cree en las instituciones algo así ya no hace mayor diferencia. Claro que representará un capital político para el PRD y agregados culturales, pero no es el gran tema y en unos meses será olvidado.
Lo verdaderamente interesante es que, como bola rebotando en la esquina de una mesa de billar, el dichoso tema ha puesto en el mapa social con fuerza y sin tapujos, a la tan mentada comunidad gay. Ahora ya las señoras persignadas tienen que chutarse el tema en la televisión, nuestros niños escuchan hablar de parejas del mismo sexo, se toca el tema en las escuelas y los maestros y papás ya no se podrán hacer para lo oscurito. Independientemente del uso político o mediático del tema, ese porcentaje de la población homosexual ha dejado la invisibilidad. Y es mejor ser el tema abierto de unos meses que el tema oculto de toda la vida. Al final, la mayor parte de esta comunidad no tomará tan en cuenta este nuevo derecho a la hora de votar, porque ya lo tienen. Los que lucharon por él ya son o muy mayores o con una postura política definida desde hace mucho y al final, las pequeñas batallas se seguirán librando en lo individual, en el centro mismo de las familias. Como la mía. Es curioso, porque justo en estos días, alguien muy cercano y muy querido ha librado su batalla personal con el tema. Afortunadamente los tiempos que vivimos permiten que el doloroso trance de "salir del clóset" sea hoy en muchos casos una suave transición. Eso es lo ganado, ése es el resultado del esfuerzo de cada uno y del avance real como sociedad, con y sin matrimonios gay, con y sin adopciones, con y sin Supremas Cortes, pero con Justicia.
A Javis, con todo el cariño