7.01.2012

La Última Noche

Escribo esto en los últimos minutos del día treinta de Junio. Si tuviese otro fin además del de volverme palabra, podría pensarse que muy tarde o demasiado temprano. Más la razón que me mueve es esta sensación que no sale de mi pecho desde hace un par de días y que seguramente está ligada a la de millones de habitantes de mi país.

El día de mañana se realizará la elección para Presidente de la República, diputados, senadores y demás fauna política. Pero el ente consciente de sí mismo al que llamamos México realizará una elección mucho más importante mañana (y los días que sigan a mañana). Independientemente del resultado electoral, ese ser decidirá si quiere amanecer un día más siendo el que ha sido o decidido con valor a convertirse en el que puede ser.

Esta noche la mayoría iremos a dormir. Cómodamente los unos, donde se pueda los otros; solos o acompañados, cobijados por nuestros sueños o apenas cubiertos por nuestras esperanzas. Seamos candidatos que hicimos los últimos acuerdos para llegar al poder o ciudadanos que no entendemos al mismo,   norteños, empresarios, chilangos, tarahumaras, tapatíos, mayas, estudiantes, ruidosos o silenciosos, la mayoría iremos a dormir. Cada uno con su historia, cada cual con su verdad.

Será mañana, como todas las mañanas del mundo, cuando despertemos de nuevo a esta experiencia vital, que tendremos la grandiosa oportunidad de cada día: la de comenzar de nuevo. Porque despertar a un nuevo día no es muy diferente a nacer. Siempre ha sido así y lo seguirá siendo. La pregunta importante a hacernos será "¿Voy a hacerlo igual?". Porque estos últimos meses nos dimos la oportunidad de mirarnos en el espejo de nuestra consciencia. Por supuesto, lo que vimos nos entusiasmó, nos motivó, nos permitió vernos reflejados en el otro después de muchos, muchos años de evadir la mirada. Y creímos en un cambio, urgente, reprimido, casi inminente.

Es momento de entender, entonces, que ese cambio tan a flor de país, tan perceptible en el aire, la lluvia y los susurros de estos días es exactamente el mismo al que tenemos acceso todas las mañanas. Los cambios son la constante para la que estamos diseñados como seres. No es necesario que jóvenes llenos de pasión y de memoria nos lo recuerden. No es necesario ver lo que asumimos como desigualdad para buscarlos. No necesitamos una elección para generarlos. Sin embargo, si la fuerza de ese ser formado por todos nos ha ayudado a definir con más claridad que queremos y que no queremos, es nuestra obligación aprovecharla para elegir mañana una realidad diferente.

No importará el resultado, importará lo que hagamos con él. Si hemos vivido a fondo el sueño de cambio, más nos vale despertar al cambio. Si hemos defendido nuestras ideas, más nos vale convertirlas en acciones. Debería quedarte claro que los cambios no vienen de los gobernantes, sino de cada uno de nosotros.

Esta puede ser verdaderamente la última noche del México que conoces. Ahora sólo falta que elijas en qué México quieres despertar.

4.12.2012

Primavera que en una esquina brota

Ocurre en un parpadeo. Con precisión despiertan y nos despiertan una mañana con pequeñas explosiones de morado donde hubo gris por varios meses. Viviendo su parte en el ciclo eterno se brindan sin modestia, frescas y serenas, celebrando una vez más el triunfo de la vida.

Nosotros, los de acá, poco entendemos de estar enraizados, de penetrar profundo en la Tierra y sentir savia corriendo por decenas de brazos que se estiran para sentir el Sol, de respirar del aire lo que los otros han exhalado. Olvidamos pronto lo que es ser uno con tierra, agua y aire. Pero ellas nos lo recuerdan a su muy colorida y jacarandosa manera. No son las únicas, pero para los que vivimos del lado de arriba del concreto, son las más notorias.

La fiesta dura unas semanas; las suficientes para que les dediquemos fotografías, sonrisas y palabras, las precisas para que ellas cumplan su parte y persistan, besando al viento con sus mil labios morados. Cerca del final, si somos afortunados, el viento ayudará a que caiga sobre nosotros una suave lluvia de flores. Tal vez sólo nos parezca bello. Tal vez entendamos que no necesitamos nada más y por un instante veamos el mundo de otro color. Morado, quizás.

2.25.2012

Como un documento inalterable...

Fito casi siempre tiene razón. Al menos la tiene siempre cuando escribe. Y aunque no comparta siempre su visión (lo cual es bueno) siempre me cala, me llama, me identifica.

Y es la frase de Páez la que me devuelve a escribir, porque si algo tengo para ofrecer aquí, son palabras. Porque las últimas han sido semanas de intenso descubrimiento, de entender, de buscar solo ser. Y para entender (para entenderse) hay que brindarse completito, quedarse vacío de ideas y volverse acción. Y colaborar con tu fin superior, con tu verdadero propósito y si no lo conoces, callar tu mente y sentirlo. Y ofrecer el corazón.

Creo (y creo que lo mencioné alguna vez) que una de las claves del desarrollo y la prosperidad es vivir com la actitud de invitado acomedido: así como esos invitados llegan a la fiesta y preguntan "Te ayudo con algo? Qué te hace falta?". De la misma manera el Universo nos puso aquí: para colaborar en la creación. No somos piezas terminadas, nada lo es. Entonces que mejor que preguntarle al orden superior "Qué hace falta? Qué más puedo hacer?"

Pensar así nos pone además en una postura infinitamente más poderosa: pasamos de ser producto de nuestras circunstancias a ser ayudantes de Dios, la vida, Yoda o de nuestro ser superior, como queramos verlo.

Pensando así comienzan a llegarnos ideas novedosas, comenzamos a ver oportunidades que no veíamos, comenzamos a colaborar. Y el sol, el viento y los árboles sonríen. Viviendo así comenzamos a recordar quienes somos de verdad. Como Fito. Como Betsy y Cecilia, quienes me inspiraron desde el iPhone. Estoy de vuelta.