No tengo luz en casa!!! Yo insisto en que toooodos los trámites deberían eliminarse y deberíamos tener un chip que pasaramos por estaciones lectoras en el súper y de ahí se descontaran todos los servicios de la cuenta en la que tengamos dinero. Pero mientras eso ocurre, tendré que seguir sufriendo como jotita vanidosa sin espejo que la refleje.
En fin, el caso es que debido a la falta de energía eléctrica en mi choza y a la sobra de trabajo en la oficina, no había escrito nada en este su blog. Y vaya que había que escribir! Más aún tomando en cuenta que en el último post mi vida se había quedado como telenovela en capítulo de viernes.
Pues resulta...que el maldito No-me-despierto-aunque-se-caiga-el-mundo Combariza SÍ estaba en mi casa. En el momento en que, perrito en mano, me disponía a salir a buscar un cerrajero, Ricardo gritó desde dentro mi nombre (y quién más podía ser, tarado? la PGR?) y me abrió. Dadas las circunstancias, mejor reí y comencé a platicarle mi drama. Me dijo, como todo buen amigo dolido porque un cabrón le hace una trastada a su amigo, que no le llamara y que "a la chingada". Me dolía, pues pensé que Bailarín era un wey con más amor que miedo y además su vibra siempre estuvo muy en orden, pero pensé que sería lo mejor. Fui a desayunar con Combi y su novia, que me cayó de webos y de regreso me quedé un rato dormido con Kabaí al lado. No se cuanto tiempo después me desperté decidido a prepararme algo de comer y a sentarme a ver la tele comiendo helado (Si, queridos míos, no sólo las neoyorkinas histéricas y las gorditas londinenses lo hacen). Entonces sonó el teléfono.
Claro, era Bailarín. Me preguntó que iba a hacer y le contesté que a comer y tal vez después salir a caminar. Me contestó "No, ve a casa. Y llévate al perrito." Por supuesto que me hice del rogar y después de cuatro segundos y un "Está bien, allá te veo" colgué.
Fui más tarde a casa de Bailarín, bien en guapito para que viera lo que se estaba perdiendo (aunque eso se nota a simple vista) y bueeeh...bueh! El señor llegó de su ensayo con una actitud entre distante y apenada. Le pregunté a que se había debido su actitud de la noche anterior y sin darle mucho tiempo a responder me lanzé a decir que SíhabíasidounaidiotezdemipartenodecirleaGrandotequeyateníanovioperonohabíaencontradoelmomentopara
hacerloymehabíadadopenaporelniñoperonoteníanadaqueverconél.
Lo que siguió es de antología. Bailarín se me quedó viendo con cara de sorpresa, me dijo que eso no le importaba y que ni había puesto atención al chavito y que yo sabía bien por qué se había enojado. Con la cara de sorpresa ahora en mi rostro, pregunté de inmediato "De qué hablas?" y la respuesta ha sido lo mejor en años: "Pues de que venías drogado, Said". Imaginen ustedes mi cara de enojo, sorpresa y risa toda en una. La escena regresó a mi mente en un flashazo y recordé mis palabras: "Estoy out". Y entendí todo de una vez. Y Bailarín seguía "Lo que más me molestó es que no tenías ni una hora de haberte ido" y "Yo se muy bien lo que quiero, Said y eso no lo quiero". Paren las prensaaaaaaaas!
Perdí la cuenta de la cantidad de veces que le dije pendejo a Bailarín cuando aclaré el malentendido. También confirmé mi teoría de que su miedo había sido más grande que su amor. Pero el miedo no era el de que le fuera infiel, el miedo era de que yo fuera adicto! Yo! Hacía tiempo que no me reía así con una confusión. Le dije que el hecho de que nos hubiéramos conocido con una tacha encima no significaba que fuera mi menú de cada fin de semana. Le aclaré que lo único que traía esa noche encima era ketorolaco y agua y que Grandote me había llevado porque es muy buena persona y..ya! No drogas, no, no era posible que fuera tan weeeeeey! También le aclaré que a mi lado necesitaba un wey POR LO MENOS igual de seguro que yo y le repetí otros cuantos "pendejo" antes de abrazarlo y besarlo. Qué más puede uno hacer con una criaturita así?
Al final, descubrí que Bailarín sí tenía por lo menos una característica de los bailarines: el drama. Descubrí también que los amigos están cuando los necesitas, no precisamente cuando quieres que estén. Y confirmé algo que ya sabía: no importa cuan claras puedan parecer las evidencias, siempre vale la pena escuchar a la otra parte.