Teresa

Hoy venía sólo a decir que no los olvido, queridos míos. Es sólo que cuando no tengo nada bueno que decir prefiero quedarme callado. Pero como la vida nos pone en el camino de las cosas y a ellas en el nuestro y las ideas no llegan por casualidad a las cabezas, me tropecé con ella, una de mis mejores amigas, una que ha estado al lado, cerquita, brindándome certeza en momentos difíciles, llenando con paz el vacío, sacándome una sonrisa y llenándome de luz la mirada.

Si no la conoces, léela. Si no eres cristiano ni creyente no importa, léela. Si profesas alguna religión, léela también. Es la gran mística, la dulce, la sabia, la hermosa Teresa de Jesús.

En estos días aciagos para la mitad del mundo, tal vez haga falta recordar sus palabras: Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta. O las de aquélla Teresa que, en un momento de iluminación salió gritando a la calle: ¡El ave es feliz porque canta!. Y, desdeñando lo mundano y entendiéndose como parte de un ciclo infinito, se decía Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero.

No, no estoy de catoliquero ni de neocristiano ni nada que se le acerque siquiera. Es sólo que pienso, creo, sé que nos hacen falta muchas Teresas.